«El Estado llama ley a su propia violencia, y crimen a la del individuo».
Max Stirner
En esta ocasión saco de El baúl de los recuerdos a una figura oscura: el capitán Moussa Dadis Camara.
El mundo conoció a este militar guineano el 23 de diciembre de 2008, cuando se reveló como la cabeza visible de la nueva junta militar que se tomó el poder tras la muerte del dictador Lansana Conté, quien gobernó al país durante 24 años.
Como es habitual en este tipo de situaciones, Camara se dedicó a purgar al país del inmenso aparato burocrático y los excesos del antiguo régimen, en especial sus conexiones con narcotraficantes. Pero lo hizo de forma extraña: frente a las cámaras de televisión, las mismas en las que recalcaba su compromiso democrático de convocar a elecciones en breve.
Esa fue la historia que encontré en un cable de la agencia AP, la misma que fue publicada en las páginas internacionales de El Espectador bajo el título El dictador en televisión el 25 de marzo de 2009 (fue rebautizada en la edición online como En Guinea, la lucha antidroga se libra ante las cámaras).
Desde entonces, muchas cosas cambiaron tanto en la vida de Camara como en la política del país africano. Tras negarse a llamar a elecciones y encubrir a los responsables de una matanza, el dictador sufrió un atentado el 3 de diciembre de 2009, del cual salió herido de gravedad.
Camara salió al día siguiente con destino a Marruecos, donde sería atendido por médicos, mientras el poder recayó en Sékouba Konaté, su ministro de Defensa. El capitán voló nuevamente a Burkina Faso en enero de 2010, donde emitió una declaración en conjunto con Konaté renunciando a su cargo para asilarse en el país receptor.
Las últimas noticias sobre su vida se registraron en junio de este año, cuando el añejo militar regresó a Guinea para asistir al funeral de su madre. Los defensores de derechos humanos aseguraban que su presencia sería esencial para revelar las razones de la matanza, aunque el gobierno del presidente Alpha Condé, un célebre opositor elegido en noviembre de 2010, prefirió guardar silencio.
Foto: AP / El Espectador
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